Por Sergio Fausto
El viaje de la presidente Dilma a Cuba expresó no sólo los límites de la diplomacia brasileña en relación a la defensa de los derechos humanos, sino también la contradictoria relación que parte importante de la izquierda – en gran medida representada por el PT – tiene con el tema cuando se trata de países llamados socialistas, Cuba en particular.
Se puede hasta entender, aunque sea difícil justificar, la “prudente cautela” diplomática de Brasil en el tratamiento de las “cuestiones internas” en Cuba. Bajo ese aspecto, la presidente Dilma sigue una línea que viene desde el retorno del país a la democracia y el restablecimiento de nuestras relaciones con aquel país.
Mas difícil es aceptar el silencio de la mayor parte de la izquierda brasileña – muy especialmente de los intelectuales, artistas y escritores - en relación a la violación de los derechos por los cuales muchos de ellos lucharon aquí en Brasil. Si el gobierno está limitado por consideraciones diplomáticas, – ¿hasta qué punto es legítimo manifestarse sobre la política interna de otro país, hsata que punto es contraproducente hacerlo?- el silencio de personas cuya actividad está vitalmente ligada a la libertad de pensamiento y expresión solo se explica por una especie de duplicidad moral que les hace aceptar allí lo que condenan aquí.
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