lunes, 29 de octubre de 2018

Se confirmó lo esperado y temido por los demócratas de todo el mundo: Jair Bolsonaro será el nuevo presidente de Brasil.


La segunda vuelta de las elecciones brasileñas ha confirmado el resultado de la primera, y Jair Messias Bolsonaro será el nuevo presidente de aquel gran país que es casi la mitad de Sudamerica.  Además, Brasil es la 4ª democracia más grande del planeta, el 5º país por extensión, el 6º por población y el 9º por PIB (nominal).

América, el continente, tendrá desde el próximo 1 de enero a dos mandatarios en el poder tan autoritarios como preocupantes: Donald Trump y Jair Bolsonaro. 

En Estados Unidos, Trump supo conectar con un importante segmento de estadounidenses, fundamentalmente blancos empobrecidos, que se consideran víctimas del vendaval de la globalización, que han visto como la crisis de 2007 paralizaba el ascensor social, y que se ven en competencia con los afroamericanos o los latinos, lo que ha insuflado aire al racismo soterrado de una sociedad que aún no ha superado completamente ni la esclavitud -abolida en la segunda mitad del siglo XIX- ni la segregación, legalmente vigente hasta la segunda mitad del siglo XX. En Brasil, Bolsonaro ha explotado con éxito el trinomio corrupción, inseguridad pública y anti-Petismo [por el PT de Lula da Silva] como vectores principales de una coyuntura electoral en la que destaca un sistema político podrido, y está en discusión el papel que debe jugar el Estado en la economía. 

Desde Nueva York, Trump usó dos ideas simples: America First y Make America Great Again, un slogan este último claramente procedente del Let 's Make America Great Again de la campaña de Ronald Reagan en 1980; dos consignas que han sido suficientes para muchos que, simplemente, escucharon lo que querían escuchar. 


Bolsonaro, desde Río de Janeiro, ha trabajado con dos ideas también: Brasil Acima de Tudo y Deus Acima de Tudos. Por encima de todo, el país, Brasil. Y por encima, todavía, sólo Dios. En un país muy nacionalista, mucho, y con una religiosidad popular desbordada, así reafirmó la propuesta de utilizar la mano dura, extremadamente dura, contra la corrupción y contra la inseguridad. Suficiente para lo que querían escuchar más de 50 millones de electores brasileños. 

El nuevo presidente brasileño es una amenaza, primero para los propios ciudadanos de Brasil que no le han votado, después para los latinoamericanos por el peso que su país juega en el resto de la región y, finalmente, para el planeta aunque solo sea por los efectos medioambientales que pueden desencadenarse si aplica las políticas que ha anunciado para la Amazonía. 

Tras la primera vuelta de las elecciones, escribí un texto, publicado en diversos lugares, incluso en portugués en Brasil. Está [en castellano] en este link, bajo el título de "Brasil, entre la catástrofe y el desastre o la contradictoria percepción de la realidad".