Es comprensible la añoranza de muchos por los viejos tiempos en los que era fácil saber quiénes eran los nuestros. Es por ello que el vértigo que provocan las dudas del mundo actual genera retornos en busca de las viejas certezas del pasado. Emociona recordar, por poner un ejemplo, que un niño argentino, familiarmente llamado Teté en aquellos años, ―el Che Guevara, dos décadas más tarde― seguía la evolución de los distintos frentes de la guerra civil española en un mapa colgado en su habitación, identificado como estaba él y su familia con la causa de la República.
Poco después, en la segunda mitad de la década de los cuarenta, la Guerra Fría se extendió por el planeta haciendo explícito y tangible el reparto de Yalta. El Telón de Acero del que hablara Winston Churchill...
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